Rechazo del bebé en el posparto
La evidencia científica contempla como, tras partos
difíciles o traumáticos, una falta de respuesta emocional hacia el recién
nacido por parte de la madre puede ser una respuesta normal (Navarro, 2008). Si
bien es cierto, la alteración en el afecto dirigida al recién nacido, la
ausencia de sentimientos de afecto, ansiedad, irritabilidad, hostilidad,
rechazo o impulsos agresivos hacia el bebé constituyen el cuerpo clínico
característico para desembocar en trastorno del vínculo (Brockington, 2006). A
pesar de que las principales clasificaciones de las enfermedades psiquiátricas
no contemplan la categorización nosológica de los trastornos del vínculo, éstos
se presentan en el 7.1-8.6% de las madres de la población general (Van Bussel,
2010).
La relevancia de esta variable de interacción radica
en el hecho de que se ha descrito la repercusión de la dificultad de
vinculación madre-hijo en el comportamiento y desarrollo posterior del bebé
(Roncallo, 2015). Así mismo, numerosa literatura científica ha permitido
ahondar en como el correlato entre el estado emocional de la madre modula a
nivel cualitativo y cuantitativo el espacio de encuentro entre la madre y el
hijo destacando los estudios relacionados con el grado de ansiedad materna
(Glover, 2011), el estrés percibido y la presencia de depresión (Milgrom, 2006).
Sin duda, y específicamente en relación a la ansiedad,
ésta puede capitanear comportamientos de evitación, problemas de atención y de
preocupación dónde la repercusión a corto y medio plazo de esta ausencia de
interacción entre madre y bebé conllevaría una merma en el desarrollo del
infante (Dubber, 2014) y un viraje hacia conductas propias de una fobia.
La importancia de estos supuestos radica en la
consideración y formuación del plan terapéutico ante una respuesta materna
identificada con tales características. El abordaje terapéutico orientado a
potenciar las habilidades cognitivas y emocionales de la madre, así como la
aproximación hacia la actitud reflexiva y de mentalización, contribuyen a la
sincronización de la díada madre-bebé permitiendo una re-elaboración de la
funcionalidad materna.
Por último, secundamos la propuesta descrita por
Roncallo (2015) en relación a las prácticas concernientes a la atención
temprana. La autora señala como tradicionalmente éstas se centran en el periodo
evolutivo de 0 a 6 años; si bien es cierto que a la luz de las evidencias
científicas, el vínculo madre-hijo se empieza a forjar en la etapa gestacional,
bajo esta contemplación, se advierte como el vínculo descrito en el periodo neonatal puede
asumirse como un continuo del existente en el embarazo, derivando en prácticas
de salud fundamentales para el desarrollo del feto.
Referencias:
- Brockington, I.; Fraser, C.; Wilson, D. (2006). The postpartum bonding questionnaire: a validation. Arch Womens Ment Health, 9(5); 233-242.
- Dubber, S.; Reck, C.; Muller, M.; Gawlik, s. (2014) Postpartum bonding: the role of prenatal depression, enxiety and maternal-fetal bonding during pregnancy. Achives of women’s mental Health, 18, 187-195.
- Glover, V. (2011). Annual research review: Prenatal stress and the origins of psychopathology. An evolutionary perspective. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 52, 356-367.
- Milgrom, J.; Ericksen, J.; McCarthy, R.; Gemmill, A. (2006). Stressful impact of depression on early mother-infant relations. Stress and Heath, 22; 229-238.
- Navarro, P. ; Garcia-Esteve, Ll.; Acaso, C. Et al. (2008). Non-psychotic sychiatric disorders after chid-birth: prevalence and comorbidity in a community sample. J Affect Disord, 109(1-2); 171-176.
- Roncallo, P.; Sánchez, M.; Arranz, E. (2015). Vínculo materno-fetal: implicaciones en el desarrollo psicológico y propuesta de intervención en atención temprana. Escritos de Psicología, 8(2); 14-23.
- Van Bussel, JCH.; Spitz, B.; Demyttenaere, K. (2010) Three self-report questionnaires of the early mother-to-infant bond: reliability and validity of the dutch version of the MPAS, PBQ and MIBS. Arch womens ment Health, 13(5), 373-384.
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